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Suicidio infantil, una tendencia creciente

El suicidio infantil no es común antes de los 14 años

Hay niños que se quitan la vida entre los 10 y los 14 años, cuando aún no tienen conciencia de lo que es la muerte ni de sus implicaciones. El suicidio infantil mantiene una cifra baja, sin embargo, parece existir una tendencia creciente.

El suicidio ha dejado de ser tabú en los medios de comunicación. Esta afirmación, sin embargo, hay que tomarla con cautela, dado que existen muchos prejuicios en la sociedad a la hora de abordar este asunto. Si se hace adecuadamente, facilitar información sobre ello puede ayudar de una manera efectiva a su prevención. El Ministerio de Sanidad, aprovechando el Día Mundial de Prevención del Suicidio, celebrado el pasado 10 de septiembre, apuntó la importancia de los profesionales de los medios ante esta clase de informaciones y les previno de cómo deben actuar.

SUICIDIO INFANTIL: LA ÚLTIMA FRONTERA

Si ya de por sí gestionar la información acerca del suicidio es complejo, el análisis del suicidio infantil presenta todavía más obstáculos por vencer. En la actualidad, aunque el suicidio entre adolescentes está siendo cada día más comprendido a nivel científico, existen pocos estudios que se acerquen a los casos de menores por debajo de los 13 años. Hay una ausencia total de datos a nivel internacional. No obstante, se empieza a comprender que las razones que conducen a los niños a tal extremo son muy diferentes a las que motivan a las personas adultas. De hecho, en ocasiones, este tipo de sucesos se tiende a atribuir a posibles accidentes fortuitos sin razón aparente. Además, las muertes asociadas a niños huérfanos y sin hogar, en países poco desarrollados, son difíciles de cuantificar al no existir estadística alguna.

 

Jesús Acevedo Alemán, en su artículo «El suicidio infantil, retos de una sociedad global», publicado en el n.º 8 de la revista AZARBE, indica: «Aunque tradicionalmente las mayores tasas de suicidio se han registrado entre personas mayores de 18 años, las tasas entre los jóvenes y niños han ido en aumento hasta el punto de que ahora estos son el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto en el mundo desarrollado, como en el mundo en desarrollo».

HAGAMOS UN PLAN

El pasado 5 de mayo se celebró en el Congreso de los Diputados la II Jornada para la Prevención del Suicidio, organizada por el Teléfono de la Esperanza. Fue un encuentro donde se compartió información, reflexiones, experiencias y necesidades en torno a este tema con expertos y personas afectadas.

En la jornada, bajo el título Hagamos un plan, se buscó el apoyo y la colaboración de todas las personas, entidades y partidos. Una tarea que, en el fondo, debe actuar a modo de frente común responsable. Esta realidad tiene que hacerse visible para seguir avanzando en la tan necesaria prevención.

El periodista Iñaki Gabilondo, el rostro más mediático que participó en esta jornada, admitió en su presentación que este problema no ha contado con la «atención necesaria». Según sus palabras aún estamos a tiempo de «presionar a los representantes políticos con el fin de pedir un plan para la prevención del suicidio».

A LA SOMBRA DE LA PANDEMIA

La pandemia de la COVID-19, de acuerdo con los expertos en salud mental, ha producido un aumento alarmante del número de casos de enfermedades mentales. Las bajas laborales se han disparado, al igual que el absentismo escolar, siendo los jóvenes uno de los colectivos con mayor afectación. Esto se ha traducido en un aumento del consumo de drogas, sobre todo del alcohol, y en un incremento del número de suicidios. A este fenómeno muchos autores lo han venido a denominar la otra pandemia.

Eduardo Fonseca-Pedrero, doctor en psicología y profesor de la Universidad de La Rioja, durante su intervención en el Congreso, puso encima de la mesa los datos de un estudio epidemiológico realizado entre la población joven que arroja una abrumadora verdad: el 19,99 % de los consultados han deseado estar muertos mientras que el 15,55 % han pensado en algún momento en quitarse la vida. Asimismo, en un estudio realizado en 2018 por el doctor Fonseca-Pedrero, para la Revista de Psiquiatría y Salud Mental, ya alertaba de que «la ideación suicida se encuentra presente en la población adolescente y se asocia a un peor bienestar emocional subjetivo y a mayores problemas emocionales y comportamentales».

Por otro lado, Elena Aisa, en representación de la Asociación Besarkada-Abrazo de Navarra, expuso su experiencia acerca de cómo le afectó el suicidio de su hijo de 20 años: «Fue una bomba que hizo añicos a la familia. Yo estaba muerta de dolor. Mi hijo murió por un sufrimiento que yo desconocía y no vi, eso te destruye».

SUICIDIO DE MENORES EN ESPAÑA

En 2020, el año en el que la pandemia golpeó con mayor dureza, se suicidaron en España 3941 personas, 270 más con respecto al año anterior. Y dentro de estas cifras, se quitaron la vida 14 niños menores de 15 años, y se contabilizaron 300 muertos entre los 15 y los 29 años. El suicidio, por tanto, se mantiene como la principal causa externa de muerte en nuestro país según el Instituto Nacional de Estadística (INE). Este dato presentaba un descenso aproximado del 3,8 % por año hasta la irrupción de la pandemia.

En diciembre de 2020 se activaron todas las alarmas en las unidades pediátricas de la salud pública al verse multiplicadas las urgencias de menores por motivos psiquiátricos. Y esto es solo la punta del iceberg. El Gobierno, por su parte, ha anunciado la creación de la especialidad médica de psiquiatría infantojuvenil, junto a un incremento gradual de las plazas psiquiátricas. Recordemos que en España tan solo hay 11 psiquiatras por cada 100 000 habitantes, cifra que, sin duda alguna, debe ajustarse al nuevo e inesperado contexto.

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