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Enamorarse en la adolescencia

Entrevista a Arun Mansukhani, la diferencia entre enamorarse y amar

La adolescencia es una de las etapas más importantes para el ser humano; en ella crecemos, formamos nuestras opiniones y terminamos de construir nuestra personalidad, un sello que será nuestro identificativo principal. Durante esta etapa conocemos a nuevas personas, aprendemos a decidir y delimitamos nuestro espacio. En definitiva, nos hacemos a nosotros mismos. Sin embargo, ser adolescente hoy es muy diferente a serlo antes, pues el siglo XXI es único en su especie en todos los sentidos. De la mano del sexólogo y psiquiatra Arun Mansukhani, en INÈDIT EDUCACIÓN exploramos las características de la adolescencia actual por medio del enamoramiento y las relaciones de pareja, una de las cuestiones más complejas de gestionar en esta etapa.

Pregunta: ¿Qué entendemos por enamoramiento?

Respuesta: Es un estado emocional muy intenso, una especie de fascinación e idealización de la otra persona, un estado de gran activación y exaltación emocional. Es un estado un poco de autoengaño, de hecho, Ortega lo consideraba la imbecilidad transitoria, y Freud lo llamaba neurosis transferencial por el hecho de que nos nubla el juicio. No sabemos todavía su neuroquímica al completo, pero sí que muchas de las sustancias involucradas en el enamoramiento tales como la dopamina o la serotonina no se pueden mantener en esos niveles tan altos, por eso tiene un principio y un fin.

P.: ¿Qué función tiene el enamoramiento en la adolescencia?

R.: El enamoramiento nos permite generar con facilidad una situación de intimidad con alguien con quien en realidad no tenemos intimidad, ya que la intimidad real requiere un tiempo de acercamiento a la otra persona.

Su papel en la adolescencia es significativamente importante, porque es la etapa en la que aprendemos a generar intimidad con personas fuera del entorno familiar, puesto que en la infancia toda la intimidad que generamos en su mayoría se da con familiares, rara vez con extraños, mientras que en la adolescencia pasa totalmente lo contrario: generamos mucha intimidad con amistades primero, y luego con las parejas.

Estas relaciones de pareja son el molde donde el y la adolescente aprenden a relacionarse con los demás, y estas primeras relaciones los marcan mucho. Y en ese proceso de interrelación con los demás van a tener que desarrollar habilidades sociales, de comunicación en espacios íntimos que son diferentes de otros espacios, y también de gestión de las emociones, precisamente porque el enamoramiento es un estado de agitación emocional. Además, en este proceso también la persona adolescente se va conociendo a sí misma.

El enamoramiento en la adolescencia nos enseña a relacionarnos con las demás personas, a conocerlas mejor y a conocernos más

P.: ¿Cómo percibir la diferencia entre enamoramiento y amor?

R.: El amor es un término amplio que engloba muchos tipos distintos de amor: a la patria, a un hijo… pero hablando de la pareja podemos distinguir tres tipos de amor: el primero sería el enamoramiento, que es el que acabamos de describir; el segundo sería el amor romántico, que se basa en el enamoramiento pero va más allá, pues genera toda una serie de expectativas no muy conscientes pero de alguna manera centradas en lo que uno espera que sea la pareja y en lo que cree sobre la futura evolución de dicha pareja; y el tercer tipo ya es un amor más maduro, que varios pensadores han nombrado como amor de compañero, amor confluyente o amor acción. Este tipo de amor requiere mucho tiempo, y se basa en el conocimiento del otro con sus defectos y virtudes, es decir, conocer de verdad a la otra persona y empezar a quererla con sinceridad.

Al contrario que el enamoramiento, se puede decir que el amor maduro está basado casi en una ruptura de la idealización que creamos durante la primera fase, es como sentirse defraudado en cierta manera y aun así amar. Este amor sí que puede ocurrir en la adolescencia, pero va a ser mucho más difícil porque exige un nivel elevado de madurez. Además, el ritmo de cada pareja para llegar a este tercer amor varía; hay personas que no llegan nunca y que van de enamoramiento en enamoramiento. Y es que no es fácil llegar a él, exige madurez, compromiso y voluntad. De hecho, cuando se le llama amor acción se hace referencia a que no es un amor que va a surgir, sino que se llega a él si se trabaja y si la pareja se esfuerza en generar ese vínculo sano.

P.: Tenemos la idea de que toda relación se inicia con un flechazo, ¿es así? ¿Todo se reduce a una revelación en un momento dado o hay un proceso detrás?

R.: El amor real del que hablamos es un proceso, el enamoramiento, que ha sido descrito como un flechazo por prácticamente todas las culturas, se describe así porque es una experiencia que todos hemos podido tener en algún momento, así que ese sí que puede tener más ese componente de «chispa».

Lo que es nuevo quizás en la actualidad es que las relaciones de pareja se inicien con el enamoramiento. Eso es una anomalía, no ha pasado prácticamente nunca en la historia, pues las parejas antes se formaban por cuestiones familiares, sociales, económicas… pero no por enamoramiento. De hecho, históricamente el enamoramiento era algo que pasaba, pero si querías formar pareja a partir de él te iría mal seguro. Un buen retrato de esto lo vemos en el relato trágico de Romeo y Julieta y sus equivalentes en el resto de culturas. La idea que se transmite con estos relatos es que la pareja no se puede basar en algo tan transitorio como el enamoramiento. Eso ha sido la norma, y eso no cambió hasta el siglo XIX y XX en Europa, algo que ahora también se está expandiendo a otros países porque el enamoramiento tiene cosas que nos gustan muchísimo en el siglo XXI: a saber, que es democrático, y que se asocia a la autenticidad emocional (lo que yo siento es lo verdaderamente importante).

Que las relaciones de pareja se inicien con el enamoramiento hoy en día es una anomalía sin precedentes en la historia

P.: ¿La amistad tiene algo que ver en las relaciones afectivosexuales que mantienen los adolescentes?

R.: Sería ideal que fuera así, porque el modelo del enamoramiento nos aleja bastante de la amistad, pues la amistad es algo que se construye, no un flechazo. Puede que a partir de esa amistad que crece se pueda llegar a una especie de amor sólido, pero no es lo que nos venden hoy en día; al revés, se muestra una imagen del enamoramiento muy distinta a la amistad, incluso como algo excluyente. Si alguien es muy amigo o amiga queda automáticamente descartado como posible pareja.

P.: ¿Cómo aprender a gestionar las expectativas en las relaciones de pareja durante la adolescencia?

R.: Todas estas expectativas aparecen en el segundo tipo de amor, el amor romántico como comentamos. Tenemos una serie de ideas que nosotros creemos que hemos superado, pero no, aún siguen allí, y basta ver cualquier comedia romántica para detectarlas, especialmente las de Disney. Hay dos ideas que destacan sobre todo: la primera es el ideal de la media naranja, esa idea de que hay alguien en el mundo que es tan compatible contigo que cuando lo encuentres la convivencia será fluida, no tendrás que aprender habilidades de comunicación y gestión emocional porque todo saldrá solo… esto lo llamamos el mito de la Cenicienta, que es conectar con alguien con tanta profundidad que todo es fácil y sin esfuerzo. Nosotros lo que intentamos es explicarle a la gente que en la pareja hay que trabajar. Siempre decimos que no se trata de querer más, sino de saber querer mejor.

El segundo mito es el de la Bella y la Bestia, que básicamente lo que enseña es que podemos encontrar a nuestra media naranja pero puede que aparentemente sea un o una bestia, y no se dé cuenta de que somos compatibles, por lo que nuestro amor es el que lo va a transformar para que deje salir su verdadera esencia.

Si te paras a pensar casi todas las comedias románticas incluyen uno de estos mitos o los dos. De alguna forma esto es lo que seguimos vendiendo, eso es lo que ve la gente joven. El problema es que nuestros adolescentes crecen con esta misma estructura: encontrar a tu media naranja y que el amor lo va a resolver todo. Pero hay que contarles la verdad: que pueden mantener parejas a largo plazo, pero no es fácil, y no se trata de que haya un chispazo que ya va a durar eternamente, se trata de ir construyendo progresivamente en pareja una relación sana, en la que haya comunicación, apoyo, en la que habrá momentos de conflictos y peleas que se tienen que aprender a gestionar, en la que las decisiones son consultivas… todas estas son habilidades que se pueden aprender, pero chocan por completo con el mito romántico, que va por otro lado.

Los adolescentes de hoy crecen con la idea de que tienen que encontrar a su media naranja y que el amor todo lo resuelve

P.: ¿Ha evolucionado/cambiado en algo el ideal del amor entre la juventud de hoy y la de antes?

R.: La pareja cumple tres grandes funciones: sexuales y reproductivas, afectivas (de comunicación y apoyo) y sociales (de apoyo económico mutuo o de recursos). Hoy en día ha habido una inversión absoluta entre las dos primeras (afectivas y sexuales), puesto que antes primero intimabas afectivamente y si iba bien finalmente la cosa derivaba en una intimidad sexual, pero ahora es completamente lo contrario, puedes intimar sexualmente con relativa facilidad con casi cualquiera, pero la intimidad afectiva es otra historia, se presenta como algo mucho más complicado. Esto ha derivado en algo que vemos cada vez más: que la intimidad afectiva se percibe como más peligrosa porque nos pueden hacer daño, y la gente se distancia más afectivamente. Vivimos en sociedades progresivamente más evitativas, en las que la gente se expone menos a la intimidad afectiva. Esto además se ha visto multiplicado por las redes sociales, porque te distancian aún más, vemos personas como si viéramos objetos navegando de perfil en perfil, e incluso podemos bloquear a una persona de nuestra vida con relativa facilidad, al menos en el entorno virtual.

«Vivimos en sociedades progresivamente más evitativas, en las que la gente se expone menos a la intimidad afectiva»

P.: ¿Es verdad que hoy en día los jóvenes llegan antes a la adolescencia y se introducen antes en las relaciones afectivosexuales?

R.: Sí, es verdad, en el sentido de que hay algunos aspectos de la adolescencia que se alcanzan antes. El problema no es de los niños o niñas, es un problema social, nuestra sociedad es mucho más adolescente que hace unos años. Los valores que seguimos en nuestra sociedad están ligados a la juventud, esto por sí solo no es bueno ni malo, cada sociedad tiene los suyos. De hecho, en los años cincuenta los valores eran otros, sobre todo ligados a la edad adulta. Al respecto, hay un sociólogo que dice que podemos saber los valores de una sociedad determinada por cómo se viste la gente; hace 50 años todo el mundo intentaba vestirse como los adultos, y ahora nosotros lo que valoramos es aquello asociado a la juventud: todo el mundo quiere ser joven, se viste como los jóvenes, y quiere aparentar actitudes juveniles. Insisto, no es bueno ni malo, solamente digo que está pasando. Toda nuestra sociedad está más enfocada a estos valores, y los niños son a los que más les influye esto, por eso empiezan a hacer conductas imitativas de la adolescencia muy pronto. También la adolescencia dura mucho más que hace unos años. Hace 40 años una persona de 20 años ya era una adulta, mientras que ahora incluso se puede considerar adolescentes a personas de 30 años.

P.: ¿Cómo afecta la hipersexualización a las relaciones de pareja entre adolescentes, y cómo repercute el ideal del cuerpo eternamente joven en la autoestima durante la adolescencia?

R.: Nuestros modelos de relación sexual son muy malos; hemos pasado de un sexo reprimido a un sexo reproductivo, hasta llegar a un sexo productivo (número de posturas, orgasmos, medidas…). Esto es todo lo contrario a lo que debe ser la sexualidad, que debería ser algo más fluido, más cercano al juego, al descubrimiento, al placer mutuo, a un funcionamiento mucho más de intimar mutuamente. Pero nosotros no estamos funcionando desde ahí; casi toda la sexualidad que se nos vende, incluso en películas estándares, es una sexualidad muy apasionada, muy arrebatada, que no se corresponde en la mayoría de las veces con la sexualidad común diaria de las personas.

Nos estamos alejando de lo que debería ser el sexo, la iniciación al sexo de la gente joven debería ser muy progresiva, muy exploratoria, de placer mutuo, de hablarse, preguntarse… Ese sería el ideal que dibujaríamos para las generaciones siguientes, para que fuesen progresivamente conociendo su cuerpo, a la otra persona, incluso llegando a lo que la persona quiera llegar cuando esté preparada.

«Nuestra sociedad es mucho más adolescente que hace unos años»

No obstante, no es esto lo que vemos; vemos que acceden a un tipo de comportamiento sexual al que antes generalmente la gente no llegaba hasta mucho después. Básicamente es lo que ven en el porno, una sexualidad muy alejada de la que queremos. Habría que intentar pasar del sexo productivo en el que estamos a un sexo más lúdico, exploratorio y de disfrute sin buscar llegar a ningún sitio, porque esto les está haciendo mucho daño. Lo del cuerpo también, porque hemos normalizado un cuerpo que no es normal ni alcanzable. Los adolescentes son especialmente sensibles a esto, porque su autoconcepto aún se está formando, y el cuerpo es importante en este proceso de formación del autoconcepto.

P.: ¿Qué pueden hacer docentes y familias para enseñar a adolescentes a mantener relaciones afectivosexuales sanas?

R.: Una parte de la educación emocional es implícita y otra es explícita. La primera es todo aquello que aprendemos sin que nadie nos lo enseñe intencionadamente, y la segunda es todo aquello que nos han enseñado. La parte implícita la aprendemos con las relaciones que vemos entre los adultos, por lo que los niños y niñas aprenden en función de cómo nos comportamos delante de ellos en nuestras relaciones con los demás y de cómo nos relacionamos con ellos. Por eso, es fundamental que los padres seamos muy buenos gestionando nuestras emociones. Para esto debemos revisarnos y evaluar cómo nos tratamos y cómo tratamos a los demás.

«Los niños aprenden en función de cómo se comportan los adultos delante de ellos»

La parte explícita es aquella ligada a la enseñanza de la educación sexual y educación afectiva, justamente lo que no hacemos. Con educación sexual me refiero a hablar del placer, del respeto, del diálogo, de la intimidad, de conocerse a uno mismo. Hemos delegado la educación sexual en la página web porno, y de educación afectiva hay muy poca, hay que enseñar a los niños qué hacen las personas cuando se enfadan, cuando se sienten tristes, cómo modificar los estados de ánimo, qué es lícito hacer cuando estamos enfadados, qué no lo es… todo esto no elimina el aprendizaje implícito, pero lo puede mejorar; hay niños que pueden vivir en entornos complicados y que aun así pueden aprender a mejorar sus formas de relacionarse. Como sociedad podemos hacer muchísimo, pero no estamos haciendo gran cosa.

Hemos delegado la educación sexual al porno en la red, y no se imparte educación afectiva en las escuelas, solo educación sexual


Comentarios

Susana fernandez, 14 de Febrero de 2024 14:27:48 Excelente material.soy madre y docente .

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