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¿Podrian sobrevivir en la selva niños de ciudad?

Una historia que obliga a reflexionar sobre las capacidades de los niños

Instinto y conocimientos pueden ser nuestra única salvación en ocasiones. Hace más de un mes que Colombia inició la operación «Esperanza», una operación de rescate de cuatro hermanos menores de edad de la comunidad uitoto* que se perdieron en medio de la selva amazónica.

Los adultos mueren en un accidente aéreo en medio de la selva y los cuatro niños inician un viaje de retorno que duró 40 días

De camino a San José del Guaviare, una zona selvática con opciones limitadas de transporte y en la que son habituales los viajes en avioneta, un problema en el motor provocó un accidente que hizo descender el aparato en medio de la selva. La madre, el piloto y el líder comunitario que les acompañaba murieron, y solo quedaron los cuatro niños: Lesly Mucutuy (13 años), Soleiny Mucutuy (9 años), Tien Noriel Ronoque Mucutuy (4 años) y Cristin Neriman Ronoque Mucutuy (11 meses).

Así fue como iniciaron una carrera de supervivencia en medio de una selva espesa e inhóspita en la que no se ve más allá de 20 metros de distancia, con lluvia más de la mitad del día, y donde los rayos del sol apenas alcanzan a filtrarse entre los árboles.

El 9 de junio, Colombia y el mundo recibieron la extraordinaria noticia de su hallazgo con vida. Durante 40 días los cuatro niños durmieron y comieron al amparo de los árboles, con peligros acechando entre las sombras, pero, aun así, lograron sortear los jaguares, tigrillos, serpientes y plantas venenosas hasta encontrar, por fin, la conexión con el exterior.

Los cuatro niños pudieron sobrevivir comiendo un poco de fariña (harina de yuca) que había a bordo del avión accidentado y rescatando algo de la comida lanzada al azar por los helicópteros del ejército que les buscaban sin pausa.

Buscaron semillas, frutas, raíces y plantas comestibles para sobrevivir

En todo momento siguieron el rastro del agua, para evitar desfallecer por falta de hidratación y también con el objetivo y esperanza de poder encontrar algún poblado de las comunidades originarias. Cuando se les acabó la harina de yuca buscaron semillas, frutas, raíces y plantas que habían identificado y sabían que eran comestibles.

Las comunidades originarias consideran que sus ancestros protegieron a los niños en la selva

Expertos pertenecientes a comunidades originarias también hablan de la fuerza espiritual; de hecho, en una entrevista el experto en cuidados de la selva Alex Rufino afirma que el concepto «perderse» no es una concepción que se contemple desde la cosmovisión de las comunidades originarias, ya que, según explica, tienen la creencia de que cuando mueren las personas sus restos se convierten en árboles, precisamente el ser vivo que gobierna en este hábitat, lo que significa que los niños se hallaban en compañía de sus ancestros.

Agua y orientación, las herramientas de Lesly para mantener con vida a sus hermanos

Así, el agua y la orientación fueron básicos para la supervivencia durante estos 40 días. La historia de estos niños, liderados por una adolescente de 13 años, pone de manifiesto la importancia de los saberes ancestrales que aún preservan las comunidades originarias, y también la capacidad de los niños de encontrar salidas en momentos de crisis. Precisamente, gracias a estas enseñanzas ancestrales los niños han podido sobrevivir, así lo afirma también en una declaración a los medios el español Gabriel Blanco, que lleva años enseñando a sobrevivir en lugares hostiles.

Las enseñanzas ancestrales y su experiencia de saber situado evitaron una posible muerte de los niños

Por otro lado, el conocimiento de la selva que tienen los menores ha sido su mayor ventaja en esta lucha contra las inclemencias del tiempo y los peligros del bosque. Se trata de una familia oriunda de Araracuara, un pueblo situado en el corazón de la selva amazónica, que en el siglo pasado fue lugar de destierro para criminales, pero que con el tiempo habitaron familias de convictos y exconvictos, haciendo de él un hogar. Las generaciones que crecieron allí, como es el caso de Lesly Mucutuy y sus hermanos, aprendieron a convivir en sintonía con el resto de seres vivos que forman parte de este hábitat.

Para ellos el terreno pantanoso, la maleza, las culebras, los jaguares y las plantas venenosas no suponen retos insuperables, pues forman parte de su día a día. Vivir en ese entorno les hizo conocedores de los secretos de la selva: les enseñó a orientarse con los rayos del sol que se filtran entre la maleza, reconocer los caminos transitables por las ramas quebradas en el suelo, los hongos comestibles y las plantas venenosas.

A menudo, infravaloramos la capacidad de los niños y niñas para superar las adversidades, sin embargo, la historia de supervivencia de Lesly y sus hermanos nos recuerda que el saber situado, es decir, procedente de la experiencia vivida, puede ser nuestro gran aliado frente a los retos más difíciles de nuestras vidas. El conocimiento teórico puede servir de introducción a algunas disciplinas, pero no hay mejor herramienta para la supervivencia humana que ser conocedores también de la práctica, ya sea mediante las propias vivencias o por medio de las enseñanzas ancestrales que algunas comunidades aún preservan, afortunadamente.

Reflexión sobre la aculturación y los aprendizajes de la cultura occidental

Esta aventura de unos niños indígenas sobreviviendo en condiciones de naturaleza extrema hace cuestionarnos lo que trasmitimos a nuestros hijos por medio del proceso que llamamos educación. La cultura occidental liderada por un sistema educativo digitalizado en exceso y que enseña de espaldas a la naturaleza construye seres tecnológicos débiles ante condiciones naturales y sin sentimiento de pertenencia comunitaria. En Occidente se enseña a conseguir cosas, retos y un bienestar que obliga a digitalizarse para poder disfrutarlo. Por desgracia, los indicadores de éxito académico no reconocen ninguno de los valores que llevan de serie los niños protagonistas de esta historia. De nada les servirá saber de plantas o de encontrar agua en un bosque húmedo para entrar en cualquiera de las prestigiosas universidades o centros educativos de Occidente. Tampoco les servirá como idioma hablar la lengua de sus progenitores y antepasados que ha sobrevivido miles de años. Estos niños son considerados analfabetos en cualquiera de las escuelas en las que tenéis escolarizados a vuestros hijos si no hablan y escriben correctamente el idioma castellano o inglés, o cualquier otro idioma reconocido por la comunidad internacional. Es una prueba de que el conocimiento «verdadero» defendido por muchos profesores no solo no existe, sino que es una gran falacia. Lo que parece una crítica antisistema es una realidad constatable que lleva al proceso de aculturación de comunidades que se esfuerzan para que sus vástagos entren en los sistemas educativos estandarizados, lo que conlleva como precio la pérdida de sus culturas y conocimientos ancestrales, algo que hoy se está empezando a valorar, pero el tiempo no juega a favor de estas culturas precolombinas.

Más información: 

* Comunidad uitoto o witoto, o murui-muinane, son una etnia o pueblo indígena de la Amazonia colombiana y peruana. Se encuentan disperos por varias regiones del Amazonas, representan un 5 % de la población de Colombia. Las plantas y las hierbas de la selva son fundamentales para la cultura comunitaria. La explotación del caucho en esa zona a principios del siglo XX acabó con más de 40 000 miembros de esa comunidad, pero algunos se alejaron de los procesos de conquista y colonización y gracias a ello han podido sobrevivir hasta la actualidad. 

Cronología del rescate:

https://elpais.com/america-colombia/2023-06-10/40-dias-en-vilo-cronologia-de-la-desaparicion-y-el-rescate-de-cuatro-ninos-perdidos-en-la-selva-colombiana.html

Artículo escrito de forma colaborativa: 

Khadija Ftah

Ángeles Gallardo 

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