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¿Podremos clonar dinosaurios?

Viktor Baranov tiene la respuesta

El éxito de Jurassic World: El renacer ha reabierto un viejo debate: ¿es posible traer de vuelta a los dinosaurios? En nuestra entrevista el paleontólogo Viktor Baranov, investigador de la Estación Biológica de Doñana, explica qué hay de ciencia y qué de ficción en la idea de revivir especies extintas a partir del ADN. Sus respuestas van más allá del cine: nos hablan de genética, de ética y, sobre todo, de la urgencia de proteger la biodiversidad actual.

Cuando Michael Crichton publicó Jurassic Park en 1990, la biología molecular vivía una revolución. Técnicas como la PCR y el Proyecto Genoma Humano abrían posibilidades nunca vistas, y la idea de extraer ADN de un mosquito atrapado en ámbar parecía casi plausible. Treinta años después, el cine sigue alimentando esa fantasía, pero la ciencia tiene algo distinto que decir.

Nuestra conversación con el paleontólogo Viktor Baranov desmonta el mito: «El ADN es una molécula muy frágil. No podemos recuperar secuencias completas de dinosaurios, y el ámbar no funciona como cápsula mágica de conservación». Los intentos de los noventa, inspirados por Spielberg, resultaron ser contaminación de laboratorio. El récord actual de ADN antiguo recuperado es de 2,4 millones de años, en Groenlandia. Los dinosaurios, extinguidos hace 65 millones, quedan fuera de nuestro alcance.

Acceso a las entrevista completa en nuestro canal Youtube

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Cuando dos mundos se encuentran

A primera vista, la genética y la paleontología parecen disciplinas completamente alejadas. Una estudia el futuro por medio del código de la vida, la otra hurga en los restos del pasado. Sin embargo, como explica nuestro experto, Viktor Baranov (un investigador ucraniano que trabajó en prestigiosos museos alemanes antes de liderar su propio grupo de investigación en la Estación Biológica de Doñana), esta aparente distancia es solo una ilusión. «El ADN actúa como un diario de la vida», nos cuenta desde su laboratorio sevillano. «Contiene la historia no solo de una especie, sino también de sus ancestros, hasta llegar al primer organismo vivo». Es como si cada célula llevara consigo una biblioteca de memorias escritas en un código de cuatro letras: adenina, timina, citosina y guanina.

Lo que sí es posible, recuerda Baranov, es trabajar con especies recientes. Empresas como Colossal Biosciences ya avanzan en la resurrección del mamut usando CRISPR. Pero aquí entra en juego una cuestión crucial: aunque podamos modificar genomas, ¿debemos hacerlo? Como señala el científico: «El ecosistema de los mamuts ya no existe. No podemos devolverlos a un mundo que ha cambiado radicalmente».

La nueva era de la «desextinción»

Aunque los dinosaurios permanezcan fuera de nuestro alcance, otras especies extintas más recientes sí están en el punto de mira de la biotecnología moderna. La empresa Colossal Biosciences está trabajando en proyectos que recuerdan peligrosamente a InGen, la corporación ficticia de Jurassic Park. Usando la tecnología de edición genética CRISPR-Cas9, Colossal ha logrado modificar el ADN de ratones para que adquieran ciertos rasgos del mamut, y han estado trabajando en la «resurrección» del lobo terrible. Estos animales se extinguieron hace menos de 20 000 años, por lo que su ADN puede obtenerse en buen estado, especialmente si ha permanecido congelado en el permafrost.

Resto biológico de una mosca perfectamente conservada de más de 13 millones de años. Ofrece ADN de la fauna de antes de la separación de los continentes en la Tierra.

Resto biológico de una mosca de República Dominicana, perfectamente conservada durante 13 millones de años.
Captura mostrada en la entrevista a Viktor Baranov en nuestro canal Youtube.

La reflexión es contundente: más allá del espectáculo de la desextinción, lo urgente es frenar la pérdida de especies actuales. «Obsesionarnos con revivir dinosaurios es olvidar que estamos provocando la extinción acelerada de miles de especies vivas», advierte Baranov. Los insectos fósiles que él estudia en Doñana no nos traerán de vuelta un T-Rex, pero sí revelan cómo la vida se ha adaptado a crisis pasadas y nos dan pistas de lo que puede ocurrir con el cambio climático presente.

La lección final de Jurassic Park es más real de lo que parece: tenemos un enorme poder sobre la vida en la Tierra, y con él, una gran responsabilidad. El trabajo de Baranov, entre fósiles microscópicos y ecosistemas frágiles, nos recuerda que la verdadera aventura científica no está en resucitar el pasado, sino en proteger el presente.

     

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