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Filantrocapitalismo y educación

Una hibridación del capitalismo fundamentado en la educación

La evangelización perfecta

La pandemia de la COVID-19 ha desencadenado el fallo estructural económico más grande de la historia de la humanidad, ha supuesto el final del capitalismo del siglo XX, basado en el consumo y la producción sin control. Este modelo quedó en entredicho y generó una mutación de políticas rápida y bajo situación de emergencia que se han implantado mediante donaciones y dotaciones económicas de cuantías sin precedentes, disfrazadas de filantropía (ayudas desinteresadas), con un resultado final que ha conseguido asegurar la expansión de una nueva forma de capitalismo: el filantrocapitalismo digital.

Un nuevo liderazgo político mundial ha sido producido y divulgado desde entidades supranacionales como la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico), desde donde se construyen las agendas políticas y los objetivos de desarrollo locales. El confinamiento significó el final de muchas instituciones educativas y la paralización de procesos de enseñanza-aprendizaje presenciales. Las grandes corporaciones entraron de forma disruptiva en la educación por medio de donaciones multimillonarias para generar políticas y plataformas que agilizaran la digitalización de la educación (Saura, 2020).

La paradoja del movimiento de capitales producidos por el 1 % de la población que causa las injusticias del 99 % de población restante

La OCDE, por medio de la UNESCO, interrelaciona gobiernos, organismos supranacionales, corporaciones privadas, plataformas digitales y de software para transformar los aprendizajes en contenidos digitales y datificar la educación. Corporaciones como Google, Microsoft o Facebook actúan directamente mediante estas organizaciones y construyen las políticas educativas de los países siempre bajo la supuesta filantropía. Curiosamente, fue Williamson (2017) quien llamó a este proceso de hibridación entre el filantrocapitalismo y las plataformas digitales como gobernanza digital en educación (Díez-Gutiérrez, 2021).

La ayuda gratis no existe en la sociedad digital

La RAE (Real Academia de la Lengua Española) define ‘filántropo’ como la «persona que se distingue por el amor a sus semejantes y por sus obras en bien de la comunidad». El filántropo ayuda pero no para solucionar el problema que pretende aliviar, sino que lo hace para encubrir sus propias acciones, que suelen causar aquello que trata de solventar. Desde la pandemia, esta paradoja del movimiento de capitales producidos por el 1 % de la población que causa las injusticias del 99 % de población restante ha sido más evidente y se ha normalizado (Román, 2022). No obstante, la filantropía es anterior a la educación digital, comenzó con el primer gran negocio globalizado: el evangelio y la Iglesia católica. Se trata de la primera organización supranacional globalizada por medio de la filantropía especializada en la educación. Focalizando la creación de escuelas y la alfabetización de los ciudadanos con menos recursos y en lugares remotos la Iglesia ofrecía capital humano (curas y monjas como docentes) y capital financiero (medios para construir escuelas, iglesias y más monasterios), una estrategia corporativa expansiva de éxito, perfectamente replicada por cadenas como Amazon, McDonald's o cualquier fábrica de automoción en el siglo XXI.  No obstante, a pesar de que la filantropía nació en Europa se consolidó en EE. UU. por medio de las figuras conocidas como «los padres de la patria». Familias de colonos como los del Mayflower (siglo XVII), o profundos católicos que desarrollaron la idea de que a cambio de dinero podrían tomar decisiones directas sobre el gobierno del país (Totorica, 2024).

Los filántropos de la educación en nuestro país han tomado forma de fundaciones, y todos las conocemos. Participan en mesas de trabajo especializadas en el desarrollo de medidas que afectarán la vida en las aulas de todas las etapas educativas. Deciden qué material utilizarán los alumnos, qué investigación educativa recibe dinero y progresa y cuál no, entre otras muchas cosas. ¿Estas corporaciones colaboran con la administración educativa sin pedir nada a cambio? No, gratis es una palabra que ha dejado de existir en la sociedad digital, nada es gratis. Toda acción humana tiene un precio y genera una acción-reacción. Las fundaciones reciben cantidades «inhumanas» de dinero de los gobiernos en forma de subvenciones por sus actividades «sin ánimo de lucro». Otra ironía: ¿por qué entidades sin ánimo de lucro reciben dinero público cuando podrían financiarse de otras personas físicas o jurídicas filantrópicas? Este movimiento de intereses «desinteresados» crea una máquina perfecta que debe generar nuevos individuos marginados a los que ayudar: el sistema educativo.

El actual propósito del sistema educativo es crear alumnos «bien educados» que serán los consumidores perfectos de aquellos que les han «proveído» de su educación

La filantropía de las corporaciones entreteje leyes educativas que tricotan alumnos-consumidores de los servicios de las empresas que les han facilitado su educación. Alumnos-consumidores de tecnología que nunca entenderán. Alumnos-consumidores de tecnología digital sin conocimientos básicos que los construyan como seres independientes de lo tecnológico y dependientes de sí mismos. Leyes educativas que facilitan la práctica docente marcando contenidos en los que el maestro ya no tiene que enseñar geografía porque eso lo hace Google Maps, ni ortografía porque todas las aplicaciones tienen corrector ortográfico, ni algunas operaciones matemáticas porque eso lo hace ChatGPT por ellos. Tampoco es necesario que sepan cómo alimentarse bien porque hay aplicaciones de Amazon que deciden qué alimento necesitas comprar esta semana. O qué ejercicio tienes que hacer según tu Apple Watch u otro dispositivo de muñeca, en lugar de tener más horas de patio y juego libre y simbólico. Tampoco es necesario que los alumnos hablen entre sí porque Mark Zuckengber, Elon Musk o Zhang Yiming (TikTok) decidirán qué amigo les conviene mejor en cada red social. Conclusión: el actual propósito del sistema educativo es crear alumnos «bien educados» que serán los consumidores perfectos de aquellos que les han «proveído» de su educación.

Parece una visión de futuro fatalista, pero es algo actual y recurrente en muchos ámbitos, también en el sanitario. Las grandes tabacaleras han sido las que más dinero han invertido en investigación contra el cáncer y en medios de comunicación para evitar que se hicieran públicos los resultados de esas investigaciones (Brandt, 2012).

Dado el bajo nivel de resultados académicos que está obteniendo el actual sistema educativo en nuestro país, mejor que dejen de ayudar. ¿Qué pasaría entonces? ¿Podría el gobierno sobrevivir sin las donaciones de las corporaciones? Un gobierno bien gestionado, con una política económica y un régimen impositivo inteligente y sin corrupción, sí. ¿No sería más eficaz que las grandes fundaciones sin ánimo de lucro pagarán impuestos y ese dinero llegara a la educación de forma directa?

La solución no pasa por ser abolicionista de lo digital y tecnológico, sino por «socializar la nube» y poner en manos de «lo común» los nuevos medios de producción digitales

El capitalismo se ha transformado, pero el poder no. Antes se poseían bienes materiales; ahora conocimiento e información que no se obtienen con esfuerzo ni trabajo, sino mediante tecnologías al alcance de unos pocos y la creación de redes digitales (supuestamente) filantrópicas. Los Estados cada día son más dependientes de lo privado y la solución no pasa por ser abolicionista de lo digital y tecnológico, sino por «socializar la nube» y poner en manos de «lo común» los nuevos medios de producción digitales.

Juguemos a un juego de los de antes, de los que no requiere conexión a internet, lancemos una pregunta y hagamos una lluvia de ideas: ¿cómo sería la educación del siglo XXI sin las grandes corporaciones y fundaciones que ayudan a desarrollar estrategias de aprendizaje «innovadoras»?

Bibliografía:

Brandt, A. (2012). «Inventing conflicts of interest: A history of tobacco industry tactics». American Journal of Public Health, enero; 102(1):63-71. PMC (PubMed Central). National Library of Medicine. https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC3490543/

Díez-Gutiérrez, E. J. (2021). «Gobernanza híbrida digital y Capitalismo EdTech: la crisis de la COVID-19 como amenaza». Foro de Educación, 19(1):105-133. doi: http://dx.doi.org/10.14516/ fde.860

Román, A. (2022). «La trampa de la filantropía». The Huffington Post. Opinión. https://www.huffingtonpost.es/entry/la-trampa-de-la-filantropia-alejandro-roman_es_633c422be4b04cf8f366ef01.html

Saura, G. (2020). «Filantropismo digital en educación». Teknokultura: Revista de Cultura Digital y Movimientos Sociales. Págs. 159-168.

Totorica, G. (2024). Filantropía, una historia típicamente americana. The Economy Journalhttps://www.theeconomyjournal.com/texto-diario/mostrar/591671/filantropia-historia-tipicamente-americana


Comentarios

Jaime Álvarez Coca , 15 de Abril de 2024 14:07:26 Debe en la introducción explicar el sesgo que se tiene porque ese escrito no lo aclara. Al hablar de religiones, la Católica es una más. Todo tiene costo por lo mismo precio, siempre alguien paga. Del problema siempre surge la solución. La Internet ayudó a mejorar el acercamiento entre el estudioso y el documento. Acerca personas y da resultados sino se tiene algo para buscar o persona para contactar sugiere. Si la persona no se conoce puede ser manipulada por si misma a través de sus gustos.
Angeles Gallardo Castro, 15 de Abril de 2024 18:40:02 Totalmente de acuerdo Jaime, no se trata de ser negacionistas de lo tecnológico y de todo lo que has posibilitado las tecnologías. Se trata de reflexionar si no sería mejor que cada centro decidiera cómo usar los recursos que le otorga el Estado y que no obliguen a usar unas determinadas herramientas y dispositivos elegidos de forma unilateral y sin consenso.

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