Al fin ha llegado a las salas la gran ganadora de la pasada edición del Festival de Cine de Málaga: 20.000 especies de abejas narra la vida de Cocó (Sofía Otero), una joven de ocho años que no encaja en las expectativas sociales y no entiende por qué. Todos a su alrededor insisten en llamarle Aitor, pero es incapaz de reconocerse en ese nombre ni en la mirada de los demás. Su madre, Ane (Patricia López Arnaiz), sumida en una crisis profesional y sentimental, aprovechará las vacaciones para viajar con sus tres hijos a la casa materna, donde residen la abuela Lita (Itziar Lazkano) y su tía Lourdes (Ane Gabarain), estrechamente ligada a la cría de abejas y la producción de miel.

Esta cinta dirigida por Estíbaliz Urresola Solaguren es un gran acercamiento cinematográfico a la cuestión del desarrollo de la identidad de género en los niños. Para la mayoría de nosotros a esas edades ser hombre o mujer se siente de forma muy natural. Desde el nacimiento al bebé se le asigna el género masculino o femenino en función de las características físicas. Es lo que se conoce como «sexo» o «género asignado». Sin embargo, la identidad de género, un tema muy en boga en la actualidad, nos advierte de que no todo se reduce a temas externos, sino que también cuentan los sentimientos internos. Estos interactúan con los rasgos biológicos del menor y con las condiciones que le rodean. Es en esta materia donde las familias tienen un papel primordial.

La película nos muestra que la identidad de género no se reduce a cuestiones externas, sino que también cuentan los sentimientos internos

El reconocimiento de la identidad de género discurre en paralelo al desarrollo físico del menor durante la infancia. En la mayoría de los casos coincide con la identidad asignada al nacer, pero en otros lo considerado como ordinario no lo es tanto. En estos últimos casos, las familias generalmente no saben cómo gestionarlo, o simplemente no lo acaban de entender.

20.000 especies de abejas aborda todas estas cuestiones desde muy distintos ángulos. Su directora acierta a la hora de enmarcar la historia en un entorno rural dominado por las tradiciones. Al más puro estilo de Secretos del corazón (1997), aquella película de Montxo Armendáriz en la que un niño va descubriendo lo que significa vivir a través de sus inocentes ojos, la cinta de Urresola Solaguren va un paso más allá.

Escena de la película 20.000 especies de abejas, ganadora del Festival de Cine de Málaga, dirigida por Estíbaliz Urresola.

Las abejas como ejemplo de la diversidad en la naturaleza

La cineasta vasca es muy consciente del manejo de la metáfora de las abejas. Ya el título nos da una pista importante de por dónde aprovechará el guion esta suerte de alegoría. No es casualidad que Cocó se quede fascinada por el trabajo que realiza su abuela con estos insectos. Dentro de cada colmena hay distintas abejas, y cada una de ellas responde a unas funciones específicas. Esto mismo ocurre en la vida real, en la que hay infinidad de colmenas cuyos individuos son la suma presente de todos ellos, pero también consecuencia de la herencia que han recibido. Asimismo, la cera de las abejas antes de solidificarse es moldeable, tal como sucede con la identidad, que es algo vivo sobre todo durante los años de la infancia. «A medida que nos vamos haciendo mayores, y nos vamos plegando a muchas de las órdenes que la sociedad nos va imponiendo, nos vamos convirtiendo en esa figura de cera rígida, con una parte que es más difícil que se adapte a nuevas realidades», afirmaba la directora en una entrevista concedida a la página web www.cineconn.es

Las abejas son una metáfora de la vida, siendo las grandes abanderadas de la diversidad en la naturaleza

En el fondo, madre e hija están tratando de encontrar la felicidad y la libertad en un mundo que las asfixia. Serán ellas mismas quienes con determinación irán abriéndose camino, no sin antes encontrarse con un sinfín de bloqueos emocionales en un auténtico viaje de aprendizaje personal.

La identidad de género en la colmena familiar

Según los expertos, todos los niños deberían tener la oportunidad de explorar distintos roles de género. Por tanto, los padres deben fomentar esta cuestión en el entorno habitual del niño. Por ejemplo, esta pauta se puede conseguir desde los libros infantiles, en los que aparezcan hombres y mujeres por igual en roles de género no estereotipados, hasta incluso en la amplia oferta de juguetes que existe en el mercado.

Cocó en la película cumple con las conductas habituales de una niña que se siente encerrada en un cuerpo masculino. De esta forma, expresa su identidad de género de muchas maneras: vestimenta o peinado, nombre o apodo por el que quiere ser llamada, gestos físicos y acciones que revelan una mayor inclinación a la feminidad, y unas relaciones sociales que hacen que esté más cerca de las amigas que de sus amigos.

La sociedad, en ocasiones rígida y hostil, todavía tiene mucho que aprender acerca de la diversidad

De ahí que los encuentros familiares, como el que se produce durante un bautizo en el pueblo, sean una genuina prueba de fuego. El guion en esta escena es demoledor, mostrando con mucha claridad cómo la sociedad todavía tiene mucho que aprender acerca de la diversidad. Sin ir más lejos, la directora ha reconocido que la chispa que le llevó a contar esta historia fue la noticia del suicidio de un niño trans de 14 años en el País Vasco en 2018. El joven dejó escrita una carta de despedida en la que decía que tomaba esa decisión para visibilizar la realidad de otros niños y niñas que se encontraban en su misma situación. Para él, la sociedad era rígida y hostil.

La cineasta también se ha documentado gracias a los testimonios de la Asociación de Familiares de Menores del País Vasco. Algunas líneas de guion son fruto de las conversaciones que tuvo con familias reales. A partir de este punto fue cimentando la historia, hasta incorporar una serie de personajes que forman parte de su particular colonia de abejas.

Podéis ver el tráiler de 20.000 especies de abejas en el siguiente enlace.