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La ciencia no tiene sexo

La naturaleza humana es científica por imperativo genético

Editorial.

El pasado sábado, 11 de febrero, se celebró el Día Internacional de la Mujer y la Niña en la ciencia, jornada algo deslucida por eso de caer en fin de semana. Las cifras indican una menor participación de las mujeres en los ámbitos científicos y la mayoría culpan al sistema educativo por no ofrecer una ciencia más atractiva para las niñas. Desde INÈDIT no creemos en la necesidad de construir una ciencia para niños y otra para niñas. Las evidencias estadísticas en educación dejan a la vista un fracaso histórico, y mantenido en el tiempo, de la enseñanza de las ciencias. Es una situación que va más allá del género del alumnado.

 Mujeres científicas, un empoderamiento ineludible por derecho natural (de especie)

La neurociencia ha permitido superar muchos mitos sobre el cerebro de las mujeres y el de los hombres, que no son distintos, funcionan igual (Bueno, 2017). Las pruebas de imagen de la actividad cerebral demuestran que la diferencia reside en las formas de estímulo percibido y los conceptos que desarrolla cada individuo. Es decir, sabemos que el «cómo» o la forma de presentar un concepto determina el concepto en sí mismo y la forma de recuperarlo, a la que llamamos «memoria» (Quian, 2009); por lo que el fracaso humano en temas científicos no es tanto por cualidades y capacidades diferenciadas por género sino por formas y contenidos mal utilizados en las enseñanzas de las ciencias.

Lo científico ha sido algo más cercano a lo esotérico que a lo lógico. Paradójicamente, se ha unido la ciencia a la luz, sin embargo, la humanidad ha mantenido la adquisición del conocimiento científico en un área oscura de la docencia. El lenguaje popular tiene una gran cantidad de acepciones descalificadoras y condicionantes de la desmotivación social hacia las ciencias: «las ciencias son difíciles, las ciencias son aburridas, las ciencias son cosa de frikis y ratas de laboratorio». Y por supuesto, «la ciencia es cosa de hombres». Lo científico ha sido maltratado por la propia ciencia reduciéndose a temas técnicos, por ejemplo, el científico es aquel que se pega a un microscopio cuando acaba la carrera y se queda allí hasta que se jubila. Las ciencias se han aislado, y continúan actualmente evitando vincularse con la literatura, la escritura, el arte… desarrollando un lenguaje propio y, sobre todo, excluyente. La ciencia ha excluido a lo político, a lo social y a lo artístico, y por supuesto, a lo religioso (Giberson, 2011).

Enlace a vídeo del primer laboratorio científico para niños de 0 a 6 años desarrollado por el Lab 0-6 de la Universitat de Manresa

Videorreportaje del primer laboratorio científico para alumnos de Infantil: el LAB 0-6 de la Universitat de Manresa. Idioma: catalán.

«Nacemos siendo observadores y preguntándonos por todo lo que nos rodea, y con el tiempo y la educación perdemos esa capacidad»

El profesor Michio Kaku, físico teórico y divulgador científico estadounidense, afirma que todos los niños son científicos y que la educación y la sociedad los «aplastan». Según Kaku, nacemos siendo observadores y preguntándonos por todo lo que nos rodea, y con el tiempo y la educación perdemos esa capacidad. Los niños y las niñas llegan a la etapa de Infantil y Primaria llenos de preguntas, pero se les invita a practicar el silencio, a escuchar a los adultos. En la etapa de Primaria se les recuerda que ya no son niños, que tienen que repetir, copiar y memorizar respuestas a preguntas planteadas por otras personas ajenas a su realidad. En la etapa de Secundaria se reafirma su adultez anticipada y se les ofrece contenido que ellos no han pedido, «exigencias curriculares». El sistema presupone que tienen que motivarse al descubrir hazañas y personajes que no tienen nada que ver con la realidad a la que deberán enfrentarse. Cuando llegan a la educación superior han olvidado cómo pensar y cómo resolver problemas y es justo en ese momento cuando la sociedad les exige que demuestren pensamiento crítico y espíritu emprendedor después de toda una infancia y adolescencia silenciando su vocación científica.

Qué hacer al respecto: tres pautas transformadoras

  • Enseñanza y experimentación científica desde el minuto cero del nacimiento

Si los maestros de la etapa de Infantil no enseñan ciencias no es porque no quieran, sino porque no saben que pueden hacerlo: nadie los ha preparado para impartir esa materia en esa etapa educativa. El aprendizaje científico se ha vinculado a la madurez de las personas, por lo que no se ha estimulado la capacidad de observación científica en edades tempranas. Afortunadamente, iniciativas como el LAB 0-6 de la Universitat de Manresa, UVic-UCC, dirigido por Montserrat Pedreira, directora del grado de Educación Infantil de esta universidad, están acabando con ese paradigma gracias a la construcción del primer laboratorio de experimentación científica para las edades de 0 a 6 años, un espacio creado para la formación de estudiantes del grado de Magisterio y maestros en activo que deseen introducir conceptos científicos en la etapa de Infantil.

  • Realizar prácticas científicas en cualquier entorno y con cualquier material

El estudio de las ciencias se ha vinculado al uso de instrumental específico, en ocasiones excesivamente técnico y complejo. Se ha minusvalorado la observación directa y la contemplación de todo lo que nos rodea como principio básico del quehacer científico. Cualquier espacio es un laboratorio científico: el salón de nuestro hogar, un balcón, un patio de la escuela y, por supuesto, el aula. No se necesitan complejos laboratorios o máquinas específicas para iniciar y estimular el pensamiento científico. La principal herramienta científica es el lenguaje. La formulación de preguntas, por encima de la respuesta a las mismas, es la verdadera herramienta del pensamiento crítico.

  • No existen conceptos demasiado complejos para ser entendidos, solo conceptos mal explicados

El ser humano ha sido entendido como un ser incapacitado para asimilar conceptos complejos en su infancia, por lo que se le ha privado de estímulos que potencien su innato talento científico a edades tempranas. La neurociencia nos ha enseñando que el desarrollo cognitivo es complejo, multifactorial y se produce a lo largo de la vida del ser humano, y no solo cuando surge determinada madurez. Los conceptos complejos se pueden introducir en cualquier momento de la vida del individuo siempre que adoptemos los recursos lingüísticos adecuados para facilitar su comprensión. La ciencia se puede explicar con palabras no científicas.

La ciencia no es de o para mujeres, hombres o viceversa. La ciencia es un todo que nos rodea y el pensamiento científico es propio del ser humano, de la persona, desde su nacimiento o incluso desde antes de nacer. Si la ciencia se democratiza y se normaliza como rasgo habitual de todas las personas se convertirá en otra habilidad cognitiva más como lo son la comunicativa o la social. Aprendemos a hablar porque nos ofrecen la oportunidad de hacerlo. Hagamos lo mismo con la ciencia, ofrezcamos ciencia en los espacios públicos, en los familiares y, por supuesto, en los escolares, sin importar la edad, el género o los recursos específicamente científicos.

Personalmente, creo que todo ser vivo es científico. A pesar de que a los animales no se les reconoce inteligencia científica, algo de lo que discrepo profundamente, ellos saben observar la naturaleza y actuar en consecuencia (inteligencia natural), saben qué tipo de alimentos son mejores para su actividad y supervivencia (ciencia de la salud), saben transformar su cuerpo para evitar a los depredadores o atraer a sus congéneres (inteligencia social). Todas las especies de seres vivos emplean la metodología de ensayo y error a diario para sobrevivir, porque ser científicos es lo natural.

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